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Diario de Alma

El Diario de … Alma. «Capítulo 2»

Conocí a la que ahora es mi mejor amiga en una parada de metro, aunque la veía todos los días en el cole, ya que su hija es un año menos que mi hijo mayor, no van a la misma clase, pero sí los dejamos en la misma puerta de la entrada del colegio.

Todos los días nos encontrábamos en la misma puerta del colegio, de allí íbamos hasta el metro, cada una a sus cosas y cogíamos el mismo tren. Salíamos en la misma parada, pero entonces ella siempre giraba a la izquierda y yo a la derecha. A veces, pero podría decir que un par de veces al año, mientras estábamos en el vagón hablábamos de las fiestas que harían en el cole y si había que llevar algo diferente.

Un día de lluvia, a la salida viendo que se iba a mojar, le pregunté a dónde iba y lo más increíble es que trabajábamos una enfrente de la otra. Pero la cabrona iba antes a por un café a la cafetería que había una calle más abajo, ya que había un camarero que estaba buenísimo.

Ya, al cabo del tiempo, me dijo que los cafés le salían gratis por los polvos salvajes que pegaban en un club.

Cada día íbamos hablando más hasta hoy en día, que no vamos la una sin la otra a todos los lados.

La canción de “chicas malas” de Mónica Naranjo, inundó mi comedor. Sabía que era ella, en la pantalla salía ella sacando la lengua, enseñando el dedo corazón y como nombre ponía Golfa maestra. Si, eso no tiene perdón de Dios, pero así lo grabó en mi móvil y así se ha quedado.

— Hola golfi… Este finde que no tienes a los peques, ¿te animas a venir al club?
— Hola zorri, ¿Club? ¿Un club de qué?
— De ajedrez.
— ¿De ajedrez?— cuando Cris me propuso eso, me sonaba más a cualquier cosa que de ajedrez, pero con esta mujer nunca sabías por donde te iba a salir.
— De ajedrez te daba yo a ti, alma de cántaro. De verdad, llevas ya un año separada y no he hecho de ti una golfa en condiciones…
— Yo que sé… Sabes que yo no soy como tú. Me cuesta mucho interactuar con hombres y no creo que valiese para ir a los sitios a los que vas tú — sólo era pensarlo y me costaba un mundo mantenerme quieta en el sofá y necesitaba andar, así que me levanté y comencé a andar por toda la casa.
— Mira, vamos a cenar y después pasamos por el Deseo, nos tomamos una copa y si no te gusta, nos vamos. Porfa… que David el dueño de allí, lleva diciéndome que me pase hace ya un par de semanas y con esto de ser verano y hacer más horas que un reloj en el curro, me merezco un premiazo.
— Vale, pero con una condición.
— Soy toooda oídos… — odiaba cuando decía eso, porque lo decía más en tono sarcástico y siempre se salía con la suya la muy cabrona. A veces no sabía de donde había salido.
— Que si no me gusta, nos vamos. Y si me quiero ir y tú estás follando con el tío ese, yo me largo… capichi??
— Chiii, pesá… Pues reservo ya mesa en el Kafits y de ahí al Deseo.
— ¿Has dicho en el KAFITS? Tía no tengo yo la economía para ese sitio— madre mía, ese sitio eran de los más caros de Madrid y yo no me lo podía permitir.
— Tranquila, el jefe de allí me debe una cena y le dije que tenía que ser una cena para dos. Así que, ponte muy, muy, muy guapi-golfi.

Madre mía, salir con esta chica, es no saber nunca lo que te puede pasar.

— A sus órdenes mi capitana, ¿a qué hora pasas a por mí? ¿O también tenemos chófer y limusina?— me entró la risa y creo que por ese motivo me lo dijo por móvil, porque en el metro, entre los gallos que me salían cuando me ponía nerviosa y mi risa, la hubiera liado muy parda.
— Mi querida Khaleesi, vas a ir a patita hasta la calle Mirador y allí nos vemos que lo tienes todo cerquita. No me seas perra.— Me encantaba que mis amistades me llamasen
Khaleesi, desde que empecé a ver Juego de Tronos me impactó la fuerza de esa chica tan pequeña y con dos huevos como los de avestruz.
— Vale… Bueno tira a dormir que mañana es jueves y sabes que yo me despierto muy pronto. Mañana en la parada, hablamos. Te quiero golfa.
— No, yo más — y colgaba. Siempre me hacía lo mismo, me decía esa frase y colgaba. Ni un adiós o un te quiero, eso es lo que me gustaba de ella, que era única, como yo.

Llegó el sábado y tal como habíamos hablado ese jueves, habíamos quedado en vernos en la calle Mirador a las nueve de la noche.

Mi amiga Cris iba súper guapa la muy jodida, joder esta me iba a abandonar a la primera de cambio, espero que esta vez, la loca de la colina que tengo como amiga, cumpliera su palabra.

— Iris, tía, ¡estás buenísima! ¿Cuándo te has comprado ese vestido?
— Lo tenía en el armario, me lo compré para una cena de empresa y con esto de la separación no sabía que me vendría de lujo.
— Ya ves nena, me putiencanta. Eso sí, ese bolso no pega con esos tacones. Espera, dame tu bolso y yo te doy el mío.
— Pero nena que mi bolso lleva asas y el tuyo no.
— ¿Y? Tu bolso no pega con tu estilo de hoy y con lo que yo llevo sí, trae pa’ ca, coño.— me pegó tal tirón que pensaba que me caería de bruces.

El bolso que llevaba yo, era uno normalito y el suyo era de marca y por cierto, precioso.

Entrelazó su brazo con el mío hasta llegar al restaurante.
La cena fue fabulosa y yo estaba que reventaba pero acepté tomar esa copa con mi amiga en ese club. Algo me decía que no fuera o me iba a arrepentir.

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