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Relatos

El café

Nos conocimos a través de una red social.
Todo empezó con una simple amistad, nos preguntábamos, qué tal el día, como iban los relatos que escribíamos y poco más.
Un día empezamos a profundizar al hablar en nuestras conversaciones, de cómo por ejemplo:  me encanta la ropa que llevas, tu voz me gusta o joder ¿ése eres tú? “Estás muy bueno”.
Cada día, seguíamos hablando cada vez más, nos ansiaban las ganas de poder conocernos y por fin vino ese día.
— Sabes que quizás sea sólo un café, ¿verdad? Sabes que a veces no tengo mucho tiempo…— dije yo, porque prefería ser algo negativa a ponerlo todo de color de rosa y después quisiera alguno de nosotros salir despavorido y poner la excusa de “uy que tarde se me ha hecho”.
— Si lo sé y me voy a arriesgar “como tú dices” a hacer un viaje de una hora para conocerte.
Yo estaba nerviosa no, lo siguiente…
Llegó la hora, anteriormente le había mandado la ubicación de la cafetería.  A las 16h, yo estaba llegando cuando recibí un mensaje donde me decía:  ¿Sabes qué vas preciosa con esos vaqueros?
Acto seguido me giré y ahí lo vi.  Alto, con una chaqueta azul y unos vaqueros que jolines como le sentaban….
— Hola…
— Hola, qué guapa vas.
No era una pregunta, era una afirmación directa. Me puse roja y bajé la mirada.
Con su mano derecha cogió mi barbilla y me levantó la cara, hasta que mis ojos miraron los suyos.
— Nunca quiero que por vergüenza mires al suelo, quiero que me mires a los ojos, ¿entendido?
— Si — lo miré tal y como me había dicho mirándole a sus ojos y leyendo el deseo en como me miraba.
Entramos en la cafetería y pedimos las bebidas. Estuvimos un buen rato, hablando. Sobretodo, conociéndonos un poco más y profundizando cada vez más en temas más sexuales.
La cosa y los comentarios cada vez fueron más calientes. Me disculpé un momento y fui al aseo, necesitaba hacer pipí, pero también tengo que decir que esta conversación me estaba dejando el tanga cada vez más mojado.
Cuando fui a salir del aseo, recibí un mensaje de él, donde me decía que me esperaba en la salida y que llevaba mis cosas.
Me preguntó que si tenía tiempo para dar una vuelta o tenía que volver y miré la hora, le comenté que sí tenía tiempo.
— Pues venga a dar una vuelta, quiero que me enseñes este pueblo tan bonito— dijo mientras recorría con sus ojos oscurecidos por el deseo, mi cuerpo mientras me ponía el abrigo.
Nos subimos en su coche y empezamos a dar vueltas con el coche hasta llegar a una calle sin salida que daba a una pequeña cala y desde ahí, se veía la playa.
— ¿Qué tal estás? — me preguntó quitándose el cinturón y poniéndose más cómodo en su asiento.
— Bien, jeje, sigo bastante nerviosa — y sin acordarme de sus palabras que me dijo al principio de encontrarnos, volví a bajar la mirada y morderme el labio.
— Joder…
No entendí porqué dijo esa palabra y le miré. En ese preciso momento se aproximó a mí y me robó un beso. Después de ese beso, le siguió otro, hasta fundirnos en un beso intenso, dulce y que empezaba a albergar algo de sentimiento.
— Oye, ¿me acabas de robar un beso? — dije riéndome.
— Si, aunque más que un beso creo que ha sido un morreo en toda regla…—y puso una cara chulesca que si ya estaba mojada, ese gesto hizo que me derritiera.
— Cabrón…— y con esa palabra está vez fui yo la que me lancé.
Poco a poco la ropa nos sobraba, pero el freno de mano también y el volante.
Nos fuimos a la parte de atrás de su coche, por las horas que eran y la posición de la calle no había nadie cerca.
Nos fuimos desnudando el uno a otro y en cada prenda que nos quitábamos, nos besábamos con pasión y con ganas.
No fue un simple polvo, ya que las ganas con las que nos teníamos hizo que ese sexo que tuvimos fuera un polvo con sentimientos.
Me puse a horcajadas encima de él, me besó mi cuello, tan dulce, qué hacía que se me pusiera el vello de punta.
Cogió mis pechos y comenzó a besarlos, lamerlos y morderlos y de mi boca salió un leve gemido.
Ahí fue el punto de partida para no retorno, para moverme encima de él, mojándole con mis fluidos sus calzoncillos, que acabaron empapados, ya que mi tanga no podía absorber más.
Como pudo se levantó un poco y se bajó los calzoncillos y fue moviéndose conmigo encima hasta quitárselos, yo quise imitarle y quitarme el tanga, pero él fue más rápido pegándole un estirón y hacerlo añicos.
Su polla dura como el acero, se abrió paso entre mis pliegues hasta introducirse al ritmo de mis movimientos, mientras nos besábamos.
No podíamos parar, en cada movimiento ambos queríamos más. Me bajó y me hizo que me quedase medio acostada con mis piernas a cada lado de su cabeza.
Su lengua y su boca jugaban con mi clítoris, como si lo conociese de siempre, supo hacerme gemir y jadear hasta llegar a un orgasmo donde no podía parar…
Pero me quedé con hambre, hambre de él y de su polla, que me seguía esperando dura como el acero.
Hice que se sentará y me puse agachada, la cogí con mi mano y la lamí saboreando su líquido que comenzaba a salir fruto de la excitación y mis fluidos que habían por haberme follando anteriormente.
Sabía de maravilla, saborear mis fluidos de su polla en mi boca hizo que me volviese a excitar.
Mientras me la metía en la boca, con una simple mirada él ya sabía que mi pensamiento le decía que me cogiera de la cabeza y  que llevase el compás de como quería que se la chupase.
Seguía lamiendo, chupando, dándole a veces pequeños mordiscos mientras con la otra mano le cogía sus testículos para comérmelos. Tenía todo su pubis y sus testículos completamente rasurado, como mi coño, a excepción de que mi pubis tenía una diminuta línea de vello cortado en medio.
— Joder me voy a correr —le miré, porque con esa mirada le pedía que me diera toda su leche, pero no fue así.
Me cogió de mis axilas he hizo que me  levantara para ponerme a cuatro patas agarrada al apoyacabezas.
Esta vez no fue dulce, fue puro sexo salvaje, mordía mi espalda en cada embiste, cogiéndome del pelo y arrancando de mi garganta grandes jadeos y gemidos hasta llegar a un orgasmo brutal, tanto, que me empapé mis muslos y su asiento, pero en ese momento no estábamos para preocuparnos de eso.
Mi móvil empezó a sonar con mensajes de texto donde me preguntaban cuanto tardaría en el café, ya que se estaba haciendo tarde para llegar a mi casa.
— ¿Te tienes que marchar? — Su cara cambió de lujuria a tristeza.
— Sí, pero antes quiero verte gozar a ti.
Se volvió a sentar y sabía que ahora era mi turno. Lamí y chupe tanto su polla como sus huevos hasta saber que iba a correrse…
La quería, la anhelaba, la deseaba….
Me metí todo lo que pude su polla en mi boca y se descargó inundando de sus fluidos calientes en mi garganta hasta llegar a mi estómago,  no quedó ninguna gota.
Mientras él se recomponía, yo lo miraba como él mirando al techo, intentaba acompasar su respiración.
Bajó su cabeza y nuestros ojos se encontraron, volvió a subirme encima de él y nos besamos. Los fluidos que quedaban en mi boca con sabor a él, se mezclaban con nuestra saliva.
Nos vestimos y cada vez que nos mirábamos, nos besábamos, sabiendo que pasaría un tiempo sin poder volver a tocarnos, sentirnos. Pero sabíamos que habría otra vez…..
Foto decida por: @unTequila69

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