Relatos

La oficina

Otro día más en la oficina y encima soportando este calor de julio, suerte que solo trabajan de mañana. Por fin viernes y esta tarde les toca hacer guardia hasta la 19h a dos compañeros Amalia y Pedro, la verdad es que últimamente no se llevan muy bien pero todo empezó hace un par de años en una comida de la empresa.

***
– ….. Y después de esta larga charla, tan solo quiero daros las gracias porque sin vosotros está empresa no funcionaría tan bien- dijo Juan “el Big Boss” tal y como lo llamaban sus empleados.
– Joder todos los años el mismo dircursito, a ver cuándo lo cambiamos…- dijo Pedro, pero esto último bajando algo más la voz.
Amalia le pego tal codazo que ella misma se llegó a tambalear de lo fuerte que le había dado, pero es que aunque su compañero tenía razón, en ese momento tenía que callarse.

Durante la comida todo fue genial, pero con los cubatas todos empezaron a desmelenarse y Amalia y Pedro fueron de los que más….

– Mira, porque estamos casados, si no, te metía en el baño y te comía entera, porque ese escote en V de la espalda hace que solo piense en quitarte la ropa….- le dijo Pedro a Amalia con los ojos vidriosos por culpa del alcohol.
– No hay cojones….- dijo una achispada Amalia.

Pedro la cogió en brazos y delante de los jefes y el resto de empleados la metió en el aseo para minusválidos ya que era gigante y ahí tuvieron el mejor polvo de sus vidas.

A la semana siguiente Juan les hizo pasar a su despacho dónde les dejó bien claro que además de que nadie dijera nada, para no fastidiar sus matrimonios, cualquier tontería que viese iban fuera. Y poco a poco empezaron a dejar de hablarse hasta ese día, que les tocaba hacer guardia juntos, ambos intentaron cambiarla de turno, pero les fue imposible.
***
– Joder que calor, entre el puto aíre que ya no funciona y la compañía, prefiero un día confinado en Siberia a pan y agua- dijo un Pedro cabreado por el calor y también aunque nadie lo supiera, en casa no le iban bien las cosas.
– Tío no empieces, ¿Vale? – soltó Amalia.
Pasaron un par de horas y mientras Pedro hacia copias en la fotocopiadora miró hacia el frente y se encontró a una Amalia sentada en su sitio pero con las piernas abiertas y un pequeño triángulo rojo de satén asomaba entre ellas.

Empezó a imaginar lo que le haría a Amalia por toda la oficina, empezando en su mesa y acabando en la fotocopiadora. Inconscientemente empezó a empalmarse, pero lo que no sabía es que Amalia se había levantado a hacer una fotocopia y estando al lado se dio cuenta del bulto que Pedro tenía en sus pantalones.

– A saber que estás pensando, es que no quiero ni imaginarlo – dijo asqueada ya que ella también estaba pasando un mal trago en casa pero también lo llevaba en secreto ya que quizás era algo pasajero que acabaría arreglándose.
– Mejor me callo, total, seguro que si lo suelto corres despavorida a tu asiento y eres capaz de llamar a tu maridito para que venga hasta aquí- dijo Pedro acabando la frase con un retintineo.
– A ver chulapa, suéltalo, sabes que viniendo de ti ya no me asusto- empezó a ponerse ella a su altura.
– Pues te acabo de ver las bragas mientras estabas sentada y me he acordado de cómo te follé en aquella comida de empresa, donde casi nos echan y de cómo te follaria ahora mismo por toda la oficina. Qué! ¿contenta? – Pedro estaba quemado porque desde aquel encuentro, él se había pajeado día sí y día también recordando ese polvo que marcó su vida.
Ante esa declaración Amalia empezó a calentarse y cada vez sus muslos y su sexo lo tenía más ardiendo.

En un acto de desperación, donde ella también se lo imaginó, le soltó así sin más

– no hay huevos ¿Jugamos?….- donde su cara se volvió de un piscaresco fuera de lo normal. Ese fue el punto de salida hacia una tarde fuera de lo normal, donde Pedro le bajó las bragas, algo mojadas por la excitación de ella y las olió y con ello su polla parecía que iba a explotar.

Amalia tampoco se quedó atrás, se apoyó en la fotocopiadora donde se subió un poco la falda donde se le veía unas nalgas para azotar hasta que estuvieran rojas e hinchadas para que al follarsela por detrás notase sus embistes mejor. Ahí aprovecho y le metió dos dedos por su rasurado coño, empezó a moverlos rápido y ella comenzó a gemir cada vez más fuerte y en su gran orgasmo chorreó un brutal squirting.

Después Pedro se sentó en su silla y ella se subió a horcajadas, cabalgó como nunca lo había hecho. Se hacía la hora de irse y su jefe estaba a punto de bajar de su despacho para marcharse. Amalia volvió a correrse y con eso, llenó de sus fluidos a Pedro, él, al oír y notar el brutal orgasmo de su compañera se dejó llevar y se corrió dentro de ella. Cuando se pudieron recomponer, vieron que el ascensor estaba bajando y rápidamente limpiaron como pudieron ese estropicio.

A los pocos segundos la puerta del ascensor se abrió saliendo el jefe con su secretaria,

-ufff por poco nos pillan…

– A Amalia le pareció ver cómo la secretaria se limpiaba algo de la comisura de la boca, pero eso será en otro relato….

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